Saturday, November 19, 2011

No es una batalla perdida

Entre las cuatro que conformamos el grupo hemos llegado a la “optimista” conclusión de que la paz en el mundo es imposible, pura utopía. Las razones que respaldan esta conclusión son diversas pero se reducen a una realidad: el hombre sigue manteniendo los mismos ideales que los que tenía en la caverna. A pesar de todo lo que hemos progresado y la civilización que hemos construido, el hombre sigue tan insatisfecho como siempre. Tiene una sed insaciable de poseer cada vez más. He aquí el problema: llegará un momento en el que querrá lo del otro y ahí es donde entra el conflicto.

Este conflicto se nutre de nuestra insatisfacción, envidia, egoísmo, falta de empatía, ingratitud, orgullo, miedo y desconfianza.

Hoy en día lo que se busca es el éxito, la fama, el dinero (no esa fuerza bruta anteriormente mencionada) lo cual es más nocivo porque llega a atacar la autoestima del individuo. Se han establecido unos prototipos de hombres y mujeres perfectos (modelos, cantantes, actores…), inalcanzables y ficticios. Solo conocemos la faceta retocada de ellos, pero detrás de ese montaje se esconde la realidad; son seres humanos, ¡con virtudes y defectos!

Lo que queremos decir con el párrafo anterior es que al estar continuamente pensando en cosas superficiales, descuidamos nuestro interior, perdiendo su paz correspondiente. ¿Y cómo podemos aspirar a que haya paz a nuestro alrededor si personalmente no la cuidamos?

Para llegar a esa paz interior primero debemos valorarnos y aceptarnos tal y como somos, para posteriormente poder dar lo mejor de nosotros mismos a los demás. Esto supone la verdadera caridad; velar por el bien de los que nos rodean sin estar siempre esperando algo a cambio. Así mismo, se crea una atmósfera de seguridad, confianza y generosidad. Esto último se verá reforzado por la empatía, con la que somos capaces de comprender las distintas realidades de las personas que nos rodean.

Conociendo los matices que envuelven los actos de los demás, podemos ser capaces de interpretarlos mejor, de no juzgar a los demás con la dureza propia de la ignorancia y del afán de superioridad, que a veces contamina el ambiente. Es entonces cuando surgen los conflictos, ya sean personales, nacionales, internacionales o mundiales.

En conclusión, cuando se logra esa paz interior que ayuda al individuo a salir de sí mismo y a darse a los demás, se podrá ser y ayudar a los demás a ser felices. También, nos gustaría resaltar que aunque en el mundo no haya una paz absoluta no quiere decir que las personas deban dejar de luchar por la causa.

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